Te hablaré con una mariposa

the wings-become-windows butterfly por e³°°°

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La muchacha inmutable miraba sobre el mostrador. La tienda pertenecía a su padre. Por las tardes, luego de clases, ella se encargaba de llenar bolsas de plastico con semillas para luego pesarlas y anudarlas. No eraun trabajo difícil y a ella le gustaba por que le permitía ver pasar a la gente sin saber que desde otro local ella misma era observada.

En el mercado había un nuevo comerciante. Se trataba de un hombre que lo mismo vendía líquidos para la limpieza que empaques de licuadoras. Su hijo, un joven de 16 años, aquella tarde iba por primera vez a visitar a su padre. Su vista se posó sin intención en la muchacha de pabellos avellana que trabajaba con la báscula. Al instante se convenció de que no habría en el mundo belleza semejante. Aburrido como estaba se acercó a preguntarle su nombre. Ella sonrió pero no contestó. Ella no puede hablar, muchacho. Es muda -dijo el padre de la chica. El joven quedó sorprendido. Sin embargo, ella le extendió un papel: Adela, decía con grandes letras redondas. Yo soy Jaime, contestó él, luego dio media vuelta y se sentó entre cubetas de plástico.

Pasaron varios días antes de que Jaime intentara un nuevo encuentro. Observó a Adela día a día. Apendió algunas señas con las que los papás de ella se comunicaban con la chica. En casa se dedicó a aprender más de ese lenguaje. Así empezaron su amistad. Comunicarse con las manos les permitía hablarse sin salir apartarse de sus trabajos.

Para Jaime las palabras de ella eran tan reales que casi podía sentir su voz con tono dulce cargada de pasion, explotara a borbotones luego de tanto tiempo de mutismo. Quería pasar más tiempo a su lado y la invitó a salir. Era domíngo y el padre de ella accedió. Sentados en el pasto de un parque sin árboles pasaron toda la tarde. El sol mostró sus rayos naranjas anunciando su desaparición en el horizonte. El cielo se copó de estrellas parpadenates y los dos muchachos movían las manos sin parar en un charla sin fin. Llegó el momento de despedirse. Se abrazaron al amparo de la luz de una farola. Jaime miró las estrellas en lo alto de cielo terso. Cerró los ojos, hundió la naríz en el cabello de Adela. Dejó penetrar su perfume en su cuerpo y lo sintió fundirse en su sangre. Ella, parada en puntillas, acercó su cara al oido de él. Te amo, susurró y sus palabras, antes de ser escuchadas, se convirtieron en decenas mariposas. Sus ojos se humedecieron.

Jaime se alejó por la calle solitaria sin prestar atención a las mariposas que, por miles, cubrían el tejado del hogar de Adela…

1 comentario

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Una respuesta a “Te hablaré con una mariposa

  1. Se me ocurrió este cuento ayer por la noche, pero no supe como desarrollar el final. ¿Cómo lo terminarían ustedes?

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